El acusado enfrenta la posibilidad de una pena de hasta 15 años de cárcel en EEUU por los cargos de conspiración y de agente ilegal de un gobierno extranjero.
Los últimos días estuvieron nutridos de frases curiosas, como cuando Carlos Kauffmann le gritó a la defensa: "¡acepte la verdad!", imitando al personaje de Jack Nicholson en A few good men. O como cuando el socio de Durán apuntó, irónico, sobre el nombre de Lenin Aguilera: "pregúntele a Franklin, él lo conoce perfectamente".
Y junto a las palabras, los momentos estelares. Empecemos por el principio. Moisés Maionica se sentó en el estrado el 9 de septiembre para soltar una bomba: aseguró que Chávez estaba al tanto de toda la operación y que fue él mismo quien decidió poner al general Henry Rangel Silva, director de la Disip, al mando del asunto "cuando se le fue de las manos al presidente de Pdvsa, Rafael Ramírez". Aquel mismo día supimos que el FBI había redactado una carta para Chávez en la que Antonini le pedía dos millones de dólares a cambio de su silencio en el caso del maletín. Maionica fue el principal nexo de unión entre Antonini y el Gobierno venezolano. Shohat lo interrogó durante casi dos semanas en las que iba perdiendo lustre tras admitir que mintió al "gordo" con el único objetivo de conseguir que firmara el poder para el abogado en Argentina. "Me duele mucho la cabeza, pero no creo que un descanso lo arregle", llegó a decir el abogado venezolano en un día especialmente difícil para él.
Después llegó el personaje más esperado, Antonini, declarando que agarró la maleta en el aeropuerto de Buenos Aires para ayudar a Victoria Bereziuk, la secretaria del argentino Claudio Uberti, que Diego Uzcátegui le ofreció quedarse con la mitad de los 800.000 dólares y que el propio Uzcátegui le preguntó a su hijo Daniel por "el resto del dinero" que viajaba en el avión de Enarsa. La defensa intentó machacar a Antonini insinuando que había tenido una relación sentimental con Bereziuk y que Durán lo convirtió en millonario. "¿No es cierto que de 50.000 dólares anuales pasó a ganar tres millones gracias al negocio en Uruguay para el que Durán le prestó dinero?", preguntó Shohat, añadiendo que Antonini incluso intentó venderle su reloj a Durán en 2002.
Ninguna coartada
No ayudaron al acusado su ex contable y piloto, Vladimir Abad (que con sus respuestas arrancó risas en la sala), la mujer que trabajaba en su casa o el recepcionista del Four Seasons. La Fiscalía mostró ante el jurado la credencial de inteligencia de la Armada de Durán, que Shohat intentó desacreditar con la presencia de Ran Cohen. La defensa estuvo pobre en testigos, llegando a llamar al hijo de Pedro Durán, un chico de 14 años que voló desde Caracas para declarar a favor de su tío.
El fiscal se ha apoyado en las grabaciones realizadas por el FBI gracias a la colaboración de Antonini para armar su caso. Y sin duda el testimonio más potente para la acusación ha sido el de Kauffmann, el socio de Durán. Kauffmann se presentó el 1 de octubre. Y lloró. Lloró cuando Mulvihill nombró a su esposa y le recordó que había tenido la intención de cometer fraude migratorio para traerla a EEUU. Repuesto de las lágrimas, disparó como pudo para contentar a la Fiscalía (de su ayuda y la decisión de la jueza depende su estancia más o menos prolongada en la cárcel). "Lo hice a petición de mi gobierno para conseguir más poder, más dinero, nuevos contratos", afirmó tajante Kauffmann, el hombre que más ha declarado en este juicio, incluyendo la jornada en la que reveló los nombres de los funcionarios involucrados en el entramado de corrupción que los hizo ricos en Venezuela.
Durán también lloró, pero de alegría, al escuchar cómo la jueza Joan Lenard aceptaba la gran victoria de la defensa. Lenard dio luz verde para exponer ante el jurado la teoría de que el acusado fue "inducido y coaccionado al delito" por Antonini. La emoción le duró poco. La jueza aceptó que Kauffmann volviera para hablar de corrupción. Ahora, como dice Shohat, su vida depende de un veredicto "que espera con el corazón en la boca". Culpable o no culpable.
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