23 septiembre 2008

¿Cuál es el papel que le toca desempeñar a la Teología de la liberación en el contexto político actual latinoamericano?

"Queridos hermanos míos, oigan esto:
Dios ha escogido a los que en este mundo son pobres,
para que sean ricos en fe y para que reciban como herencia
el reino que él ha prometido
a los que lo aman"
(Santiago 2:5)
A veces, nos preguntamos cual ha sido el papel de la Teología de la Liberación en las actuales circunstancias políticas en nuestro continente. Solo nos respondemos con el silencio, ante lo irrelevante que ha sido la participación de los sectores cristianos liberadores en todo el acontecer político, social e ideológico que vive nuestra América latina en esta década de cambio, tal como la describió el presidente Rafael Correa de Ecuador.

Todas las transformaciones que se vienen gestando en nuestro continente, se están haciendo desde sectores políticos y sociales, muchos de ellos verdaderamente emergentes. Movimientos políticos muy particulares, como es el caso de Venezuela, donde se ha gestado increíblemente, un Movimiento Revolucionario de izquierda, desde el mismo seno de la Fuerza Armada e inspirado en los ideales históricos de nuestros libertadores y libertadoras.

Este movimiento Revolucionario, se ha caracterizado por el intento de construir las teorías del un Socialismo del Siglo XXI, del Desarrollo Endógeno y del Poder Popular, elementos ideológicos que deben ser analizados con urgencia, desde la praxis teológica y bíblica de nuestra teología latinoamericana de la Liberación.

El repliegue de la Teología de la Liberación en estas ultimas décadas.

La Teología de la Liberación, se ha replegado por décadas al silencio impuesto por las jerarquías eclesiales o a un activismo intelectual y académico de tendencia elitesca. Se ha dedicado a otras actividades algunas veces interesantes y necesarias, pero hasta ahora, de poca trascendencia en el plano de la influencia en el movimiento político liberador, que se ha manifestado con fuerza en nuestro continente. Otras han sido sus luchas en los últimos años, otras han sido sus urgencias.
Los silencios impuestos o autoimpuestos, en amplios sectores de la Teología de la Liberación, le han restado su capacidad crítica y profética en muchos momentos históricos, en los cuales se ha necesitado alzar la voz desde la perspectiva profética y cristiana en nuestro continente.

La Teología de la liberación, en su necesidad de sobrevivir como pensamiento filosófico, se dejó opacar con planteamientos que le son propios, pero que no eran únicos o exclusivos de nuestra lucha. Lo ecológico, que hoy es tan importante en un nuevo planteamiento de la Teología de la Liberación, no podía, ni puede asumirse como único y definitivo objetivo de nuestras luchas.

Sí, es importante lo Ecológico, pero dentro de toda esa inclusividad de la lucha social que siempre ha caracterizado a la Teología de la Liberación en nuestro continente y en el mundo. Nacimos como un movimiento cristiano y bíblico, en medio de variados contextos sociales, culturales y religiosos muy particulares, a los cuales debemos darle nuestro concurso y participación desde una visión ampliamente ecuménica.

Nacimos en medio de la Iglesia, somos parte de ella y es desde ella que debemos hacer nuestro aporte teológico a toda esa construcción política e ideológica que se está dando en nuestros países. La Iglesia, es parte de esa sociedad que la rodea, ella es una de sus partes fundamentales por lo tanto debe redescubrir su rol profético en medio de los cambios radicales que se dan en nuestro continente.

No nos aislemos en nuestro microcosmo eclesial, como una especie de elite intelectual o desde una posición sectaria, construyamos junto a otros factores sociales, políticos, culturales, económicos y desde una perspectiva verdaderamente ecuménica, el ideal de sociedad que queremos construir en nuestro continente, desde una verdadera perspectiva revolucionaria, liberadora, integral e integradora.

No somos el mundo, ni tampoco estamos fuera de él, somos parte importante del mundo. La iglesia esta formada por gente que se enfrenta en el día a día a la lucha por la supervivencia, no somos ángeles. Somos parte de esa sociedad que se reconstruye, que se piensa así misma y que quiere expresarse, ahora sí, a través de unos nuevos modelos políticos y de integración y solidaridad.

Las pérdidas de la Teología de la Liberación.

La Teología de la Liberación, al igual que la iglesia institución, ha perdido su papel Paradigmático, se han replegado a una especie de sociedades secretas y elitescas, que han perdido su fuerza y su influencia en medio de las comunidades de fe, especialmente en aquellos sectores que en otros tiempos fueron su sustento y su génesis.
Se ha convertido a la Teología de la Liberación en el ejercicio intelectual de unos pocos, en detrimento de todos aquellos y aquellas que una vez desde la humildad de su acercamiento al texto bíblico, le dieron su origen como Teología autentica y propia de nuestro continente.

Por todo esto, podemos afirmar que la Teología de la Liberación se quedó sin su lugar, en este proceso político que vive nuestro continente. Esto se debió a que la teología de la liberación dejo de ser política, para amoldarse a las exigencias y amenaza de la Iglesia institución.

La Teología de la Liberación ha perdido su espacio, el espacio político, o Ethos, porque se ha aislado del acontecer político de nuestras comunidades. Este espacio lo han ocupado otras organizaciones sociales que han irrumpido con fuerza y más pertinencia en el acontecer político y social de nuestro pueblo.

Optó por callarse ante lo que ella misma consideraba que no representaba en verdad a la verdadera Iglesia, sino una parte aberrante de ella. Éste fue el triunfo de la jerarquía sobre la Iglesia emergente, que había rescatado el verdadero sentido de la Iglesia del Nuevo Testamento.

Optó la teología de la Liberación, por quedarse sin voz, ante las amenazas de una jerarquía que no representa al pueblo, sino que es subsidiaria de los centros de poder mundiales.

La voz de los sin voz, tuvo que vivir una especie de exilio o de experiencia de catacumbas, ante el temor de muchos sectores de la Teología de la Liberación, que no supieron responder con honestidad y valentía, a las aspiraciones del pueblo. Muchos que optaron por abandonar a la Teología de la liberación ante el temor de quedarse sin Iglesia, la Iglesia institución los marginó y los dejó sin palabra, sin Teología.

La Teología de la Liberación, ha perdido su tiempo, al ser incapaz de interpretar el tiempo de Dios que se ha despertado en América latina y en otras partes del mundo. Este despertar nos consiguió dormidos y con esa incapacidad de poder orar y velar en los tiempos trascendentales de pasión y lucha nuestro pueblo. Vivimos por décadas la experiencia de las lámparas apagadas y las aceiteras vacías.

Perdió por mucho tiempo, la teología de la liberación, su capacidad de encarnarse entre los más pobres o necesitados. Otras organizaciones políticas y sociales han ocupado el lugar que le correspondía a los sectores de la Iglesia que se identificaban con la opción liberadora.

La teología de la Liberación ha perdido su Pertinencia, en medio de una sociedad más conciente de su papel liberador que está propiciando los cambios en nuestro continente. Dios ha tenido que actuar a través de los movimientos políticos ante nuestra imposibilidad de comprender las necesidades y aspiraciones de nuestra gente.
También perdió la Teología de la Liberación su opción, al no ser capaz de optar por los pobres, como única opción radical y verdadera. La trampa de la opción preferencial, llevó a la Teología de la Liberación a codearse y a asociarse con sectores no populares, que en muchos casos influenciaron para que se convirtiera, cada vez más en una teología de elites intelectuales y académicas, distanciándose de sus verdaderos orígenes bíblicos, populares y comunitarios.

Los nuevos actores o protagonistas sociales, que una vez la Teología de la Liberación ayudó a descubrir, en las mujeres, en las comunidades Aborígenes y Afrodescendientes, en los grupos ecologistas, en los grupos emigrantes e inmigrantes, han superado en mucho a nuestros temores y convencionalismos. Nos han superado históricamente, asumiendo con valentía los roles que como Iglesia y como teología de la Liberación no asumimos.

Encendiendo la Luz.

No puede la teología de la Liberación, seguir ausente en todo este proceso de cambio que vive nuestro continente. No puede seguir escondiendo el talento que tiene, que Dios le ha dado, no puede seguir escondiendo su luz debajo de la mesa. Tiene que sumarse a la lucha de los pueblos, desde esa perspectiva de liberación que le ha sido otorgada, como don divino.

No podemos seguir transitando entre la duda y el desconcierto, por causa de los cambios políticos que vive la América latina. No podemos seguir pensando desde una óptica sectaria, desconociendo los logros políticos y en el campo de la integración de los pueblos, que otros han conquistado desde los movimientos políticos emergentes, por el solo hecho que nosotros no lo hayamos visualizados y llevados a cabo desde un principio.

La Teología de la Liberación, debe descubrir que ya es el tiempo de cantar en y desde nuestra propia tierra. Ya no estamos exilados, ya no somos perseguidos, somos el pueblo de Dios que ha Comenzado a tomar posesión de lo que siempre le ha pertenecido.

Debemos deshacernos de todos aquellos traumas, temores y minusvalías, que no nos hacen ver como pueblo de Dios. Debemos comenzar a hacer nuestro aporte para la construcción de la Patria latinoamericana desde nuestra óptica bíblica, teológica y liberadora.

Debemos rescatar nuestra conciencia política, nuestro compromiso ideológico, desde una verdadera perspectiva liberadora. No podemos seguir siendo indiferentes a todo lo que está aconteciendo en nuestro continente. Tenemos que sumarnos a esa enorme cantidad de piedras que están hablando desde varios contextos, a raíz de nuestro silencio y pasividad de décadas.

Estamos en la encrucijada de nuestra existencia como verdadero pueblo de Dios, como teología, como comunidades verdaderamente cristianas Estamos ante nuestro Kairós, este es el tiempo que Dios nos ha regalado para la verdadera liberación de nuestro pueblo.

Por lo tanto debemos rescatar nuestra conciencia y nuestro actuar político. No podemos quedarnos viendo lo que otros y otras construyen desde sus realidades sociales políticas, culturales, no podemos asumir tan solo posiciones críticas o pasivas.

Debemos sumarnos desde nuestra perspectiva Bíblica y teológica, a la construcción del Reino de Dios o ese Mundo Otro, que es urgentemente necesario, desde una perspectiva verdaderamente política, ideológica y teológica.

¡Manos a la obra!

Obed Juan Vizcaíno Nájera
obedvizcaino@gmail.com
Maracaibo-Venezuela

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