“El problema es el poco valor que le damos al ambiente, el cual no puede ser el reservorio final de los desechos que producen las actividades industriales, humanas y municipales”, afirma el científico del IVIC, Jorge Paolini.
¿A quién no le va a gustar tener una casa a orillas del Orinoco y disfrutar a diario de ese exuberante paisaje? Pero, ¿se tiene conciencia de su valor? En sus 2.140 kilómetros, desde su nacimiento en Sierra Parima, en el Estado Amazonas, hasta su desembocadura en el Atlántico, el río Orinoco estalla en una riqueza biológica que lo convierte en el tercer ecosistema ribereño más importante del mundo, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Sin embargo, su singular fauna acuática con sus toninas, manatíes, tortugas arrau, caimanes del Orinoco y especialmente, las 450 especies de peces reportadas, entre las que destacan el lau-lau y la zapoara; las vistosas aves como la chenchena, garza morena, además de las 129 especies de aves migratorias que cada año viajan por el “río padre”; los bosques primarios, el potencial pesquero estimado en 45 mil toneladas anuales y la diversidad étnica presente en ella, parecen no ser razones suficientes para su conservación. Diversos estudios científicos han cuantificado la contaminación presente en las aguas del río padre, especialmente en los tramos próximos a las ciudades importantes, donde observan aumentos “significativos” de coliformes fecales así como también, un incremento en las concentraciones de algunos metales en los sedimentos del río.
El más reciente estudio llevado a cabo por la Universidad Nacional Experimental de Guayana en el corredor ribereño del río Orinoco, determinó la existencia de 17 puntos de descargas de aguas servidas en el tramo Ciudad Bolívar-San Félix, siendo Ciudad Guayana el paisaje del Orinoco que presenta mayor contaminación y degradación en todo el ecosistema analizado. Resultados que para algunos científicos, como el venezolano Jorge Paolini, son indicadores del poco valor que se le ha dado a la cuenca más importante de Venezuela. “Quizás uno de los problemas que se tiene en todas las sociedades, por que no solamente es la venezolana, es que vemos todo lo que está en la naturaleza como algo que esta allí, que vino de Dios, como un regalo y por lo tanto, podemos usufructuarlo, sin considerar los parámetros de uso de un ecosistema tan frágil, como es el caso del Orinoco”. Hace 25 años, Paolini inició sus investigaciones sobre el río Orinoco a través del estudio de la química de sus aguas, en el marco de un proyecto internacional coordinado por la Unesco. Desde 1978 es investigador del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y en la actualidad coordina el laboratorio de Ecología de Suelos.
¿Usted cree que el Estado venezolano y la sociedad en su conjunto, realmente le da importancia al ecosistema Orinoco?
No, porque no la hemos cuantificado en su valor. El problema es el poco valor que le damos al ambiente, el cual no puede ser el reservorio final de los desechos que producen las actividades industriales, humanas y municipales. Tenemos que aprender a reciclar, a disponer esos materiales. Y todas las medidas de saneamiento ambiental cuestan dinero pero, lo que tenemos que ver a la larga, es el beneficio que dejaremos a nuestros hijos. El ambiente tardó millones de años en formarse, pero el hombre lo puede destruir en pocos años y por esa razón todas estas actividades extractivas de minería, explotación de hierro, aluminio, tienen que ser cónsonas con el medio ambiente sino, perderemos a la larga, un recurso que no es renovable. Una vez que se observan altos contenidos de metales es lamentable, porque son sustancias que por sus características químicas no se evaporan, más bien se concentra, por supuesto, si concentramos elementos que sean tóxicos para los humanos como el hierro, el vanadio, el zinc, el mercurio, etc., entonces tarde o temprano nos va afectar. Yo creo que nosotros tenemos que continuar los estudios porque los servicios ambientales que presta la cuenca el Orinoco son innumerables.
¿Cuáles son las principales amenazas de contaminación que se cierne sobre el Orinoco?
Un desarrollo incontrolado que no sea cónsono con el ambiente, una utilización excesiva de los recursos. Por ejemplo, la pesquería que nosotros tenemos en el Orinoco es una pesquería digamos artesanal, si nosotros pensáramos en una explotación como la que tenemos en las costas del Caribe, sería imposible que el Orinoco mantuviera una explotación de ese calibre, eso obviamente no puede ser, ya que los desarrollos industriales tienen que estar sustentados en las normas aceptadas mundialmente o sea, que en ese sentido el Estado es quien debe ser el primero en aplicar esas normas, no dejárselo a los privados, sino, que el mismo Estado asuma eso como una responsabilidad. Es importante que las empresas tengan sus departamentos ambientales y que no sean de adornos, sino que verdaderamente funcionen controlando sus procesos.
¿Cuál puede ser el impacto de estas descargas contaminantes en el resto de la cadena?
Aguas abajo es donde se detecta normalmente estos impactos, precisamente por ese caudal del Orinoco, que es aproximadamente de 36.000 a 36.500 metros cúbicos por segundo en promedio, hace que todo ese material sea transportado, pero eso no nos excluye de las culpas, porque si nosotros generamos esos focos a lo largo del Orinoco, el río no va a tener la capacidad de depurarse, lo que en ecología se conoce como la resiliencia, y de hecho se debería controlar esos pasivos ambientales.
¿Nos falta mucho por crear esa conciencia ambiental y comprender en toda su magnitud el valor de este ecosistema?
Sí, pero hay que hacerlo, precisamente esas son las cosas donde se necesita una colaboración del Estado, universidades, institutos y centros de investigación, empresas de servicios, sociedad toda. A fin de cuenta como dicen, lo que uno preserva no es para disfrutarlo, eso es para disfrute de nuestras generaciones. A mí me gusta hablar es siempre en futuro, nuestros hijos nos van a valorar por lo que le dejamos de ambiente. Recuerdo que hace muchos años el Dr. Pedro Rojas me comentó que lo lamentable de la civilización del siglo 19 y 20 era que iba a ser conocida como la generación de la “coca cola”, porque nosotros no vamos a dejar monumentos como los egipcios, los romanos y los griegos sino, más bien chapas, vidrios, etc. Pero como lo recalca un dicho muy alemán “el saber es fuerza, es poder”, y eso es que los grandes desarrollos, de los grandes países, están unidos a la ciencia, no es solamente industria es, ciencia e industria, van ambas cosas unidas. El desarrollo tecnológico se debe al desarrollo científico que se tenga, y creo que en ese sentido debe haber una simbiosis.
Cuenca compartida
A lo largo de su cauce, el río Orinoco -una cuenca compartida en un 29% por Colombia y un 71% por Venezuela-, recibe por la margen derecha 95 ríos, los que a su vez reciben unos 290 afluentes provenientes del Escudo Guayanés; mientras que por la margen izquierda le llegan 99 ríos con 230 afluentes de Los Llanos y Los Andes venezolanos, sin contar con los numerosos riachuelos, arroyos, caños y quebradas que a su vez reciben estos afluentes. Al Estado Bolívar le corresponden 724 kilómetros comprendidos entre la confluencia con el río Meta (próximo a Puerto Páez) y Barrancas (frente a Ciudad Guayana), albergando varias subcuencas que recibe en el sentido oeste a este: Parguaza, Suapire, Cuchivero, Caura, Aro y Caroní.
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