11 septiembre 2008

Alfredo Toro Hardy // El doble mensaje de McCain

Luego de las convenciones de ambos partidos y a menos de sesenta días para la elección, la campaña presidencial estadounidense ha adquirido rasgos definidos (sorpresas aparte).
Tanto McCain como Obama siguen estrategias identificables. El primero sustenta la suya en un conjunto de dobles mensajes: conservatismo ideológico/independencia de criterio; cambio/experiencia; campaña de altura/descalificaciones personales. El segundo basa la suya en dos premisas básicas: cambio y énfasis en los problemas de la gente, particularmente los económicos.

por Alfredo Toro Hardy

La campaña de McCain se presenta como una curiosa mezcla de mensajes contradictorios, cuya razón de ser es la de pescar en todos los frentes. En primer lugar desata, por intermedio de su candidata a la vicepresidencia, una guerra cultural al más puro estilo Kart Rove, gurú electoral de Bush. Ello con miras a atraer y consolidar al núcleo más duro, combativo y organizado del partido Republicano: la derecha cristiana. Es decir, ochenta millones de electores que representaron el 40 por ciento del caudal electoral de Bush. En segundo lugar, sin embargo, se presenta a sí mismo como un candidato de centro, como un político cuya independencia de criterio siempre lo ha hecho atípico dentro de las filas republicanas. Con ello busca atraer a esa amplia masa de independientes y de republicanos pragmáticos, decepcionados con los excesos ideológicos de Bush.

En tercer lugar se presenta como adalid del cambio, robando descaradamente la esencia del mensaje electoral de la contraparte, con miras a atraer a ese 70% de encuestados que dice sentirse insatisfecho con la marcha del país. En cuarto lugar, no obstante, hace alarde de sus veintiséis años de experiencia al más alto nivel político de Washington, con el objeto de venderse como el comandante en jefe ideal frente a las incertidumbres y los temores desatados por el 11 de septiembre.

En quinto lugar dice representar una ruptura frente a los estilos políticos del pasado, planteando la necesidad de una campaña de altura. Ello busca atraer a todos aquellos electores asqueados por los excesos a los que condujo la polarización política instaurada por Bush. En sexto lugar, sin embargo, se ha adentrado en la descalificación personal de Obama presentándolo, entre otras tantas cosas, como una celebridad desprovista de sustancia, más en la liga de Paris Hilton o Britney Spear, que de un aspirante a la Casa Blanca. Con ello, desde luego, busca pescar en el mar de suciedad que tanto rédito electoral ha brindado a los republicanos en el pasado.

¿Es posible salir indemne ante tanta contradicción? En sana lógica no pareciera. No es fácil convencer a los independientes y a los centristas de que no se trata de una campaña ideológica, cuando su segunda asume una cruzada de valores ultraconservadores. No es fácil presentarse como el agente del cambio cuando se ha pasado más de un cuarto de siglo en el Congreso y se ha sido figura relevante en el partido que ha gobernado veintidós de los últimos treinta años. No es fácil hablar de pulcritud política cuando se recurre a las suciedades de siempre.

¿Resistirá McCain el peso del doble mensaje?

Alfredo Toro Hardy
altohar@hotmail.com

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