Alfredo Toro HardyDesde finales de los ochenta y a lo largo de los noventa, América Latina se convirtió en espacio de aplicación privilegiada del Consenso de Washington. Este vino a transformarse en el símbolo más visible de la ideología neoliberal. Dentro de su decálogo de normas se encontraban algunas como la austeridad fiscal, la reforma impositiva, la liberalización comercial, la privatización o la desregulación. En condiciones de laboratorio casi perfectas y bajo la constante supervisión del FMI, América Latina hubo de sufrir todos los excesos de la rigidez ideológica. El resultado fue claro: prolongadas recesiones, niveles de desempleo desmesuradamente altos y dramáticas reducciones en los servicios sociales.
Los "hombres duros" de la administración Bush, y en particular aquellos que habían estado a cargo de la "guerra de baja intensidad" en la América Central de los ochenta, vinieron a echarle leña al fuego del resentimiento anterior. La lista de su arrogancia es larga. Cuando México dudó en apoyar la invasión estadounidense a Irak, Bush amenazó con la "disciplina", mientras que un alto diplomático norteamericano señaló que los mexicanos que vivían en su país podían ser objeto de serias retaliaciones. Algo parecido, y por iguales razones, ocurrió con Chile. Cuando los miembros de Caricom manifestaron sus objeciones con respecto a la invasión, Otto Reich, subsecretario de Estado para América Latina, advirtió: "aconsejaría seriamente al Caricom que pensara muy seriamente no sólo lo que dice sino las consecuencias de lo que dice". Cuando Brasil comenzó a hacer público su rechazo al ALCA, Robert Zoellick, representante comercial de Estados Unidos, declaró que Brasil debería estar preparado a vender sus productos a la Antártica. Cuando los países latinoamericanos firmaron el tratado constitutivo de la Corte Penal Internacional, Bush amenazó con cortar millones de dólares en ayuda económica, torciendo el brazo a unos cuantos para que firmaran acuerdos bilaterales exceptuando a los ciudadanos estadounidenses de la jurisdicción de esa Corte. Y así sucesivamente. El caso extremo fue el intento de golpe de Estado en Venezuela en abril de 2002.
Los excesos anteriores vinieron acompañados de mucha indiferencia en materia comercial. Las políticas norteamericanas han apuntado hacia la exclusión de América Latina en materia de oportunidades. Incluso donde hay camino andado, lo que hace una mano lo deshace la otra, generando frustraciones por doquier. El caso de Colombia es paradigmático, pues a pesar de su sumisión a los dictados de Washington, ha visto cerrada su entrada al ALCA.
Alfredo Toro Hardy
altohar@hotmail.com
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