08 agosto 2008

Alfredo Toro Hardy // La bendición de los altos precios petroleros

La construcción masiva de autopistas a partir de 1956 y la implantación de los suburbios como espacio natural de habitación de la clase media, consolidaron al vehículo individual como opción natural de transporte en EEUU. El crecimiento porcentual del parque automotor estadounidense entre 1969 y 1995, resultó seis veces mayor al de la propia población mundial. En 2003 EEUU disponía de 204 millones de automóviles para una población de 300 millones de habitantes: 37 por ciento del total mundial (Mark Hertsgaard, The Eagle's Shadow, London, 2003).

Sin embargo, el automóvil es sólo una de las ilimitadas manifestaciones de consumo de los estadounidenses. El norteamericano es un sistema económico diseñado para propiciarlo en todas sus manifestaciones y niveles. No en balde, las dos terceras partes de la actividad económica doméstica del país giran en torno a éste, lo que por extensión implica un sistema basado en el crédito. Cuatro mil millones de tarjetas de crédito son emitidas por los bancos de ese país anualmente: un promedio de quince por cada hombre, mujer y niño (Hertsgaard).

El resultado está a la vista. Con sólo 5% de la población del mundo, EEUU responsable del 25% de la contaminación planetaria. (Hertsgaard). Pero el problema no es sólo la impronta ambiental norteamericana, sino la naturaleza contagiosa de su modelo de vida. Cada sociedad desarrollada del globo se vuelve cada vez más como EEUU y cada economía emergente aspira a alcanzar sus patrones de vida. El culto al consumo se ha transformado en la auténtica infección contagiosa de nuestros tiempos.

Según The Economist, las economías emergentes representaron más de la mitad del PIB mundial en 2005. Las mayores de entre ellas, con China e India a la cabeza, crecen de manera desbocada. Según la revista, cuando Gran Bretaña y Estados Unidos se industrializaron en el siglo XIX, les tomó cincuenta años duplicar el ingreso real por cabeza. China alcanzó el mismo resultado en sólo nueve años (16 septiembre 2006).

Este último país se encuentra abocado a la tarea de trasladar a trescientos millones de seres humanos del campo a la ciudad en quince años (Willy Lam, China Brief, 30 abril, 2006). ¿Qué ocurrirá cuando los recién llegados a la prosperidad aspiren a reproducir el modelo de vida norteamericano? China, que consumía el 9% de la energía mundial a comienzos de década, deberá estar consumiendo 20% en 2010 (Jonathan Story, China, the Race to the Market, London, 2003). Según nos refiere James Kynge: "China se está reconstruyendo a sí misma a imagen de su superpotencia mentora, EEUU, sólo que de manera más rápida y en una escala mayor" (China Shakes the World, London, 2006).

¿Podrá nuestro planeta hacer frente a esa realidad? Según Lester Brown, un estudio científico publicado por la Academia Nacional de Ciencias de EEUU en 2002, demostró que las demandas colectivas de la humanidad superaron por primera vez la capacidad regeneradora de la Tierra en torno a 1980. (Salvar el planeta, Barcelona, 2004). Los altos precios del petróleo pueden transformarse en una bendición. Ellos dejan sin sustento a un modelo económico basado en precios bajos y constituyen la mejor vía para propiciar su cambio. Nada como el bolsillo para entrar en razón.

Alfredo Toro Hardy
altohar@hotmail.com




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