Ningún otro rasgo puede expresar de manera más elocuente –entre los muchos aspectos negativos que caracterizan al capitalismo actual- las causas de la creciente inconformidad de los pueblos con tal sistema, que su evidente incapacidad para satisfacer el elemental derecho de todos los seres humanos al trabajo.
Las luchas por ese derecho tan básico han movilizado desde hace ya más de cien años a las grandes manifestaciones de trabajadores en un día muy especial, el Primero de Mayo, que se ha convertido en la más universal de todas las fechas. Con seguridad puede decirse que no hay otra jornada comparable, de índole histórica o religiosa, que ostente semejante universalidad.
Precisamente, el verdadero talón de Aquiles del capitalismo no está en el hecho de que divide a la humanidad en explotados y explotadores, lo cual es obvio, sino más bien en que para poder hacerlo de una manera que aspira sea definitiva le niega a una significativa parte de la clase trabajadora la posibilidad de trabajar. Es decir, crea así una permanente masa de desocupados, de gente que quiere trabajar pero el sistema no se lo permite. Por eso existe y siempre bajo el capitalismo existirá lo que Marx denominó “un ejército industrial de reserva”.
En esa forma funciona el mercado laboral a favor de los patronos, manteniendo los salarios lo más bajos posible, pues en ese mercado la fuerza de trabajo se abarata fatalmente. Hace medio siglo se decía, en nuestras universidades, que un 3% o 3,5% de desempleo era hasta necesario para poder controlar los salarios, pero hoy la realidad a escala mundial es que el desempleo nunca baja de un 7% u 8%. Lo cual significa, inevitablemente, la aparición masiva de ese fenómeno nefasto que el marxismo denomina lumpen proletariat. Un fenómeno que algunos ahora pretenden esconder bajo la hipócrita denominación de “economía informal”, propiciadora en verdad de una mayor desmoralización social y de la consiguiente delincuencia.
Es en un mundo signado por el desempleo, y una criminalidad desbordada, que la clase obrera internacional encara este Primero de Mayo. En una situación agravada cada día más por el derroche de inmensos recursos, sobre todo en gastos de armamentos, estimulados por las grandes potencias y a expensas de los niveles de vida de las masas populares.
De allí que las organizaciones sindicales han sido puestas en todas partes a la defensiva, pues prácticamente han devenido ineficaces ante la gravedad de la situación.
Acá en Venezuela, además, el “sindicalismo de Estado” está haciendo crisis de manera ostensible. Ese aparato ostentoso que era la llamada CTV, controlado durante varias décadas por el bipartidismo adeco-copeyano, y apoyado desde el exterior por la AFL-CIO y la SIOLS, se ha hundido en la mayor ignominia. Hay sin embargo quienes actualmente tratan de reemplazarlo, y al parecer con propósitos similares. Pero la diferencia es que estamos viviendo ahora en un país muy distinto al de 1958, cuando nuestra clase obrera fue subyugada fácilmente por el reformismo socialdemócrata.
Prueba de esa diferencia la hemos tenido con el reciente conflicto en la empresa siderúrgica SIDOR, donde las maniobras patronales -con el descarado apoyo del ministerio respectivo- no pudieron burlar a los trabajadores. Las consecuencias positivas de este hecho, algo insólito en nuestro país, creo que van a manifestarse de inmediato tanto en el plano político como en el sindicalismo a todos los niveles.
En una revolución, si es auténtica, el proletariado tiene que ser el primer actor, y éste deberá actuar, desde luego, revolucionariamente. De urgencia requiere, por lo tanto, de la organización apropiada, empezando por unos sindicatos sin tutelas extrañas a la clase obrera, ni patronales ni tampoco ministeriales.
Este año tenemos un Primero de Mayo revuelto, sin duda, pero con una mejor perspectiva de lograr la indispensable unidad clasista, a través de un instrumento que sea un tanto similar al que se creó contra la dictadura perezjimenista. Aunque echando por la borda al oportunismo reformista, también hoy latente.
Jerónimo Carrera
(Publicado en el semanrio La Razón, Nº 694,
Caracas, domingo 27 de abril de 2008)
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