17 junio 2008

Oswaldo Álvarez Paz: Para construir el futuro

El futuro se construye en el presente. Día a día, como dicen los entendidos, sin prisas pero sin pausas. El caso venezolano es insólito. No hay avance. Tampoco estancamiento. Una década de intenso retroceso asombra al mundo. No logra entender como pudo suceder con un nivel de ingresos que son envidia hasta de las naciones más desarrolladas. Hugo Chávez como Presidente, cabeza del régimen más ineficiente y corrompido de la historia tiene una enorme responsabilidad. Sin embargo, no es la única y quizás tampoco sea la más importante. El país lo ha soportado durante diez años, habiendo sido elegido constitucionalmente en 1998 para cinco sin reelección inmediata. Trampas, tácticas sucias, uso de la violencia física e institucional lo han ayudado a sortear los obstáculos legales en un clima de franca ilegitimidad de ejercicio. Pero más que todo eso la indolencia, la comodidad, el miedo y no poca complicidad en las elites políticas, económicas y sociales han sido factores determinantes en la consolidación de una dictadura personalista.

Entre estas elites, tienen particular relevancia los factores que condicionan nuestra economía. Para nadie es un secreto que soy abierto y convencido partidario de la libertad económica, de la libre empresa y de la libertad de trabajo, del mercado como instrumento insuperado e insuperable para producir y distribuir riqueza. Como consecuencia siempre he manifestado respeto, admiración y respaldo a los empresarios de todos los niveles y sectores. Hombres y mujeres de trabajo generadores de bienes y servicios suficientes, son la clave de la prosperidad de cualquier nación. Estas convicciones básicas no son incompatibles con la misión que el estado tiene que cumplir. No se excluyen la libertad económica, el mercado y el estado, a quien corresponde la enorme responsabilidad de dictar normas estables y sabias, de obligatorio cumplimiento para todos especialmente para él mismo y administrar justicia.

Desgraciadamente en la Venezuela de hoy, gobernada por ignorantes ideologizados que en nombre de una revolución comunista a la cubana arruinan cualquier esfuerzo productivo, muchos empresarios se entregan con la esperanza de salvarse en medio de esta hecatombe disparatada y sin sentido. El capitalismo de estado que se practica salvajemente en nombre del socialismo del siglo XXI, fortalece la mentalidad rentista de esta categoría de empresarios oportunistas y vagabundones, siempre listos para reír y aplaudir al dueño del dinero y del crédito hasta cuando se burla de ellos, de su condición y hasta de sus ancestros en eventos sin trascendencia alguna. Sólo sirven para enseñar poder por parte del régimen y las miserias humanas de quienes tendrían la obligación primera de enfrentarlo y derrotarlo. El problema no es de naturaleza electoral, ni siquiera política. Va siendo mucho más que eso. Es un problema cultural que refleja el drama existencial del país.

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