09 noviembre 2008

Las Verdades de Miguel -- EDITORIAL -- 7 al 13 de noviembre de 2008

No es conforme a una sociedad que se pretenda socialista cerrar los espacios al espíritu crítico. El genuino, el denominado también autocrítico, el florecido de sus propias filas. Del mayor o menor reconocimiento de su importancia dependieron los avances, estancamientos o retrocesos de tantos procesos revolucionarios. Estamos ante esa tripartición. Por nuestra parte seguiremos atravesando ese desierto a despecho de nuestros detractores atrincherados en cualquier bando. Con estas líneas me hago eco del sentir de un colectivo que ha compartido y comparte la experiencia de un periodismo con el carácter y talante que hemos encarnado desde nuestra fundación. En el universo de los medios no constituye pecado alguno, y el equipo dirigente de comunicadores sociales en funciones de gobierno o del partido oficial así lo sabe, que un ejecutivo de Mercadeo haga solicitud, bajo las condiciones establecidas, de una pauta publicitaria. Forma parte de la rutina, es su trabajo, después de todo la publicidad es uno de los elementos determinantes para que un medio, sobre todo en el caso de los impresos se mantenga a flote.
Lo que sí florece como pecado es el maltrato al cual es sometido cualquier trabajador sea cual sea la naturaleza de su labor en el cumplimiento de su deber. Así ocurrió con nuestro personal de mercadeo. Pero también ocurrió con nuestro reportero gráfico. Profesional con una dilatada y brillante trayectoria que, estamos seguros, ningún medio impreso se atrevería a desconocer. Ambos víctimas de agresiones disparadas desde la misma ballesta. A uno lo crucificaron a punta de maltrato verbal. A su compañero de ruta le aderezaron los insultos con sus respectivos empellones. Maltrato físico, sin más. Sacar a empujones como ocurrió con nuestro fotógrafo mientras intentaba cubrir un evento, haciendo su trabajo, lució desnaturalizado. A menos que se trate de un arrebato o desquite sexista de la agresora, cuesta entenderlo. Poco faltó para una exposición a la agresión colectiva.
La explicación del absurdo: ebriedad de poder. Poder es poder. Un día después, ya no necesitarás empujar a quien significaba demasiado riesgo para unas fotos. Le impides la entrada y punto, tan pronto asome las narices a la media cuadra. Desde el poder el maltrato es libre. Y a ello estamos expuestos. Pero no debemos olvidar que tiempo atrás quedó la conseja pretendidamente cristiana de poner la otra mejilla al servicio del agresor. Con todo el derecho que nos asiste elevamos oportunamente nuestra voz de protesta y la reacción ha sido una avalancha de pronunciamientos impregnados de amenazas y semblantes chantajistas. El asidero discurre en la personalización de un planteamiento inscrito en un tejido más amplio. No se trata de alguien en particular. Personalizarlo conduce a una trampa-escondite del punto neurálgico para dejar a salvo lo espinoso, lo embarazoso, lo grave cual es el maltrato más ruidoso emanado de quien provino y de quienes amenazan. Asunto de conciencia.
La conciencia revolucionaria no es dividendo o gaje de coyunturas, indumentarias o cargos. Se lleva en el fondo desde que ella nace hasta el fin de los días. No es la trama de la publicidad lo que nos convoca. Total, la publicidad oficial, si nos atenemos a los criterios del funcionariato, es lo de menos. Nunca nos amilanó. Nos hace difícil la tarea, más ardua en honor a la verdad, pero no imposible y lo hemos demostrado. Poco importa, con o sin ella nos sobra autoridad moral y el apoyo de nuestros lectores. Nuestro compromiso con ellos nos impide cualquier concesión a intereses ajenos que menoscaben esa responsabilidad. Eso no significa ningún servilismo, para decirlo en términos llanos. Y mucho menos concesiones a la incondicionalidad derivada de los bozales impuestos desde esferas oficiales o privadas.
El presidente de le República y del partido oficial clama insistentemente por la humildad de sus correligionarios. Sobre todo con referencia a los investidos como funcionarios de alto rango. Igual, su proclama se hace extensiva a la alta dirigencia partidista. Él conoce de las perversiones a las cuales conduce su opuesto: La soberbia. Sabe que no es buena consejera en boca y acciones de un revolucionario. De la soberbia hemos sido víctimas. El reciente incidente con nuestros trabajadores es una sola cuenta del rosario. El maltrato y abuso de poder son los hijos mayores de esa baja pasión. Lo afirmamos con propiedad.
"Muerte a Las Verdades" se decretó en un Consejo de Ministros a mediados de 2005. El arma homicida, la supresión de cualquier publicidad oficial. Por tanto esa mezquindad no es nada nuevo para esta experiencia editorial que contra viento y marea hoy arriba a su número 226 con los mejores augurios. El país conoce suficientemente de nuestros aciertos y rectificaciones cuando estas han sido pertinentes, de la credibilidad que gozamos aun cuando algunas de nuestras predicciones luzcan osadas de buenas a primera. En casos como esos, la realidad ha terminado por darnos la razón quedando así la columna vertebral del periodismo que hacemos, fortalecida. Un grupo de comunicadores, con el afán de aparecer como clérigos gobierneros, alertan a los colectivos populares, instituciones, individualidades y organismos a una movilización permanente para enfrentar a un infinito que no sabemos hasta dónde nos alcance. Muy genérica.
¿Cómo traducirla? ¿Cómo interpretarla? No queremos imaginar a nuestro personal escondiendo sus credenciales a fin de poder cubrir actos oficiales. No estamos dispuestos a someternos a esa humillación pues estaríamos haciendo concesión a la soberbia. Allá ellos con su conciencia. Los que amenazan desde una extraña conciencia revolucionaria. No nos amedrentan, seguiremos haciendo nuestro trabajo. El chantaje con la publicidad, como el linchamiento se corresponden con una práctica cuarto republicana. Con el ejercicio lo aprendieron o por mera ósmosis. Y cuidado si por herencia o contagio.
Por nuestra parte, seguiremos pagando el pecado político de un espíritu crítico. Libres como para salir con la frente en alto cada viernes, cual pulso y termómetro de la conciencia del país. La voluntad revolucionaria es inmune a las dobleces. De otra manera es inconcebible. Nos seguiremos batiendo a favor de una revolución no de papel y menos de escritorios y micrófonos. La apuesta será la misma desde las mismas trincheras. No en vano, cobra tanto valor nuestra actitud frente a una realidad cargada de riesgos para la tranquilidad del pueblo venezolano. Es por eso que el apoyo de quienes nos buscan en los quioscos, disgustados por que se agotó el ejemplar, y se lo comparten con el vecino que lo obtuvo a tiempo es un invalorable capital con el cual contamos. Esa es y seguirá siendo nuestra mejor pauta publicitaria.
Libre de chantajes.

José López
Director, Las Verdades de Miguel


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