14 febrero 2008

En defensa del proceso revolucionario en Venezuela

Apuntes para la elaboración de una estrategia revolucionaria, bolivariana y socialista en tiempos de traición (II Parte)

Colectivo de Autores UNIVER-SO
Contribución de Jutta Schmitt

II. ¿De dónde venimos?

Recordemos que la Revolución Bolivariana inicialmente planteó la refundación de la República mediante la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, con el firme propósito de desmantelar las viejas estructuras del poder representadas por el Pacto de Punto Fijo, pero sin intenciones de salirse del marco general del modo de producción capitalista reinante en Venezuela, América Latina y el mundo. Su fundamento ideológico fue el llamado ‘árbol de las tres raíces’ que data de los años 80 y que se apoya en una raíz bolivariana, zamorana y robinsoniana, respectivamente. La raíz bolivariana se refiere a los conceptos de libertad, justicia e igualdad social y a la cosmovisión geopolítica de una América Latina integrada en una sola nación, tal y como lo soñó Simón Bolívar; la raíz zamorana se refiere a la noción de tierras y hombres libres y a la unidad cívico-militar propuesta por Ezequiel Zamora; y la raíz robinsoniana hace referencia al clamor por ser originales y auténticos en la construcción de nuestros propios modelos de sociedad, tal y como lo exigió Simón Rodríguez.

Así fue como en lo económico y social se trazó un plan de desarrollo nacional basado en los denominados ‘cinco ejes del equilibrio’, estos son, el económico, político, social, territorial e internacional, que le permitieran al país avanzar hacia su soberanía plena sobre un programa estratégico que lograra salirse del marco de la dependencia y de las prescripciones neoliberales de los organismos financieros internacionales como el Banco Mundial y el FMI. Los objetivos principales de este proyecto de desarrollo nacional fueron el fortalecimiento del Estado como factor regulador en materia económica, financiera y social, y con ello la redistribución del ingreso nacional a favor de las clases humildes en el marco de una democracia participativa y protagónica que procuraba ‘darle poder a los pobres’ para acabar con la pobreza. Además y en materia de las relaciones internacionales, se buscaba el fortalecimiento de la soberanía nacional en el marco de la construcción de un mundo pluripolar. En este sentido, la introducción de una serie de leyes habilitantes en materia energética, agraria, económica, financiera, política y social a inicios del año 2002 para impulsar la nueva sociedad, se inscribió al marco de un proyecto de carácter reformador con miras a erradicar la grave injusticia social existente en el país y así fortalecer la paz social que había eclipsado aquél trágico 27 de Febrero de 1989, que se había convertido en el gran catalizador del Movimiento Revolucionario Bolivariano 200 y que culminaría en la elección de Hugo Chávez a la presidencia de la República una década más tarde.

La reacción de la desplazada clase dominante puntofijista y de sus aliados internacionales frente a las 49 leyes habilitantes, como era de esperar, fue extremadamente violenta y se materializó en el golpe de Estado de 2002 y el paro-sabotaje petrolero de 2002-2003. Ante el fracaso de sus métodos descaradamente violentos, la oposición jugó al chantaje y al engaño para poder abrir el referendo revocatorio del año 2004, del que el Presidente salió victorioso. Así es como, impulsado por los latigazos de una oposición fascista que en nada aceptó el nuevo proyecto reformista de país, Chávez, a comienzos del 2005 y en ocasión de la conmemoración de otro aniversario más del 27 de Febrero, llega a la conclusión de que la anhelada justicia social no se deja realizar en el marco del capitalismo, al que ha llegado a considerar como un sistema esencialmente inhumano. Es por ello que lanza entonces la famosa consigna de ‘inventar el socialismo del siglo XXI’ y llama a abrir un gran debate nacional para conocer y recoger todas las ideas en torno a este tema en el marco más amplio posible.

En lo que respecta su propia visión o definición del ‘socialismo del siglo XXI’, a grandes rasgos, podemos afirmar que el presidente Chávez parte de un imperativo moral que nace de la indignación que cada ser humano – si es que todavía le queda algo de humano – debe sentir ante tanta injusticia social y miseria humana generada por el capitalismo. En este sentido el Presidente ha concluido que el ‘nuevo socialismo del siglo XXI’ debe constituirse de las enseñanzas del cristianismo originario, de las experiencias y modos de vivir de nuestros pueblos indígenas, así como del pensamiento de nuestros próceres libertadores tal y como reflejado en el ‘árbol de las tres raíces’. En el plano político, el socialismo del siglo XXI debe manifestarse en una democracia participativa y protagónica, expresión a su vez del verdadero poder popular, mientras que el plano económico debe fomentar el cooperativismo, la libre asociación de los productores, la propiedad colectiva, la banca popular y los núcleos de desarrollo endógeno, sin que se descarte, sin embargo, la continuidad de la propiedad privada de los medios de producción. Lo que hay que destacar aquí, tal y como el mismo Chávez lo ha reiterado innumerables veces, es que aún cuando el Presidente no tiene una definición acabada del ‘socialismo del siglo XXI’, lo percibe en primer lugar como un ‘socialismo bolivariano y latinoamericano’. De igual manera, Chávez ha puesto énfasis en que el ‘socialismo del siglo XXI’ no es marxista, lo que no quiere decir que Chávez no tenga aproximaciones al socialismo científico, algunos de cuyos aportes teóricos ha reconocido públicamente.

III. ¿Hacia dónde vamos?

Aquí cabe señalar que desde el inicio el concepto ‘socialismo del siglo XXI’ ha carecido de claridad, siendo el inventor del termino y principal proponente del mismo, el intelectual alemán Heinz Dieterich quien figura (o ha figurado por un tiempo) entre los asesores de Hugo Chávez en asuntos relacionados con el proceso bolivariano. Para Dieterich, en primer lugar no están dadas las condiciones para el socialismo en América Latina en el plano inmediato ya que, según él,
“no sólo no existe un programa socialista latinoamericano arraigado en las masas, sino tampoco hay sujetos sociales organizados y con capacidad operativa, para realizarlo. … Por lo tanto, plantear la implantación del socialismo regional hoy como alternativa a la balcanización o la anexión neoliberal a Estados Unidos no sería más que un deseo.” (Dieterich, 2005a: 174/175, énfasis de D.)

Por ello, sugiere que el proyecto bolivariano nacional y regional permanezca a mediano plazo dentro de los parámetros del capitalismo, proyectando el ‘nuevo socialismo del siglo XXI’ tan sólo como un ‘horizonte estratégico’ (Dieterich 2005). ¿De qué entonces trata el tal ‘socialismo del siglo XXI’ Dieterichiano? - Según Dieterich, se trata de un ‘Nuevo Proyecto Histórico de las Mayorías’, al que también denomina ‘democracia participativa’ o ‘democracia real’ que se fundamenta en los tres pilares de una ‘nueva institucionalidad’: 1. En una economía de equivalencias democráticamente organizada, 2. en una administración pública al servicio de las mayorías, y 3., en el ejercicio de la democracia directa mediante plebiscito en asuntos de interés público. El método sugerido por Dieterich para ‘volar a la nueva sociedad’ es la evolución pacífica: tal y como un gusano se convierte en mariposa - un estado de evolución superior-, el capitalismo se convertirá en socialismo. Sólo se requiere ‘la práxis consciente del ser humano’, esto es, la implementación efectiva de la nueva institucionalidad. (2005a).

De acuerdo a Dieterich, existen tres requisitos objetivos en la implementación de una economía socialista basada en el intercambio equitativo de todos sus bienes y servicios, cuya medida es el respectivo tiempo de trabajo necesario para generarlos. Estos requisitos son: primero, el que se disponga de una matemática de matrices para poder calcular el valor exacto de cada producto; segundo, la digitalización total de la economía, y tercero, la existencia de una ‘avanzada red informática entre las principales entidades económicas’ (Dieterich: 2005b). Según estos criterios y como lo ha afirmado el mismo autor, no había condiciones objetivas para una economía socialista en tiempos de la URSS, ni tampoco las hay en América Latina en este momento. A lo mejor existirán en Europa, o EE.UU., dónde, sin embargo, no hay conciencia social para el necesario impulso hacia un cambio socialista. Quiere decir que, según Heinz Dieterich, las condiciones objetivas necesarias para la implementación del nuevo socialismo del siglo XXI existen en los países tecnológicamente súper-avanzados, mientras que las condiciones subjetivas, la conciencia social y política, existen en las regiones del ‘Tercer Mundo’ y así ninguno de los dos puede hacer la revolución socialista.

Llama poderosamente la atención que en esta concepción Dieterichiana del “nuevo socialismo del siglo XXI” no figura, en absoluto, la noción de la lucha de clases contra el orden burgués-capitalista establecido, y se supone entonces que ante la ‘obsolencia’ del factor subjetivo clásico de la revolución socialista – la clase obrera -, el socialismo se realizaría mediante una especie de apelación a la razón de las clases dominantes para que éstas, a raíz de la evolución “lógica” del capitalismo hacia un estado de organización social superior, bajen pacíficamente de su trono y pasen, como si nada, del modo de producción capitalista al socialista, en el que la producción de ganancias deja de existir y con ello las mismas clases dominantes burguesas. La confusión que esta peculiar concepción reformista ha creado en torno al concepto ‘socialismo’ no podría ser mayor y ha causado grandes estragos en cuanto al avance real de la revolución en Venezuela.

En este contexto cabe recordar que después de la caída de la Unión Soviética se puso de moda, entre la misma izquierda, declarar muerto a las ideas del marxismo, a la lucha de clases, a la clase obrera como sujeto revolucionario y al propio socialismo como necesaria negación del capitalismo, alegando la adaptabilidad y capacidad de renovación infinita del capitalismo, y abrazando con ello el revisionismo. Así es como por ejemplo la idea de un ‘nuevo proyecto histórico’ que sigue siendo basado en un mercado donde se intercambian valores de cambio y en el que sigue imperando la producción de ganancias y la explotación del trabajo en la esfera de la producción (1), pretende sustituir el concepto del modo de producción socialista en el que impera la producción planificada de valores de uso para la satisfacción inmediata de las necesidades humanas y en el que no hace falta un mercado como instancia intermediadora, ya que se planifica, se produce y se consume en comunidad.

Considerando que Carlos Marx, más que un teórico del socialismo, fue el economista por excelencia del capitalismo, por haber detectado su esencia explotadora y sus leyes tendenciales de desarrollo, hoy más que nunca el estudio de las principales obras del marxismo tanto del siglo XIX como del siglo XX, es de vital importancia para la comprensión de nuestra realidad capitalista contemporánea y, sobre todo, para su negación y superación exitosa. Esto es precisamente lo que las clases dominantes burguesas a escala mundial quieren evitar a toda costa: la ‘resurrección’ de un marxismo libre de deformaciones, dinámico en su aplicación e implacable como arma en contra de un sistema perverso que descansa sobre la explotación económica, la dominación política, la discriminación social, la militarización genocida y la alienación humana. Considerando además que el socialismo, en el siglo XXI, no puede ser otra cosa que el opuesto exacto del capitalismo en el siglo XXI, el estudio del marxismo genuino que no es otra cosa que el estudio del capitalismo genuino, es tan necesario hoy día como hace 160 años. Es por eso que las clases dominantes están interesadas de que seamos bombardeados, dentro de nuestro propio campo de la izquierda, con las recetas de los reformistas y revisionistas estilo Dieterich para enrumbarnos definitivamente a una dirección equivocada.

Hoy, la realidad palpable en todas partes del mundo sigue siendo la que ha sido formulada desde hace exactamente 160 años por Carlos Marx y Federico Engels, en su Manifiesto del Partido Comunista:
“Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.” (Marx/Engels)
A todos los que dudan de la existencia de la lucha de clases y de su vigencia como método para cambiar la realidad en el siglo XXI, específicamente aquellos del campo reformista y revisionista dentro de la izquierda, les recomendamos que lean los documentos estratégicos de seguridad y defensa que emanan de los think tanks adscritos a los ministerios de defensa de las clases burguesas a escala global, quienes no tienen dificultad en absoluto de identificar a su enemigo en términos marxistas de clases sociales. Tal es el caso del Centro para el Desarrollo, Conceptos y Doctrinas del Ministerio de la Defensa británico, que a través de su documento ‘Programa Global de Tendencias Estratégicas 2007-2036’, ayuda en formular las futuras políticas de defensa de Gran Bretaña. Ahí leemos lo siguiente acerca de la progresiva pauperización de vastos sectores de la sociedad capitalista global y sus posibles consecuencias para la estabilidad del orden social:

“Las clases medias podrían convertirse en una clase revolucionaria, asumiendo el papel que Marx había previsto para el proletariado. La globalización de los mercados laborales y la reducción de los niveles de bienestar y empleo podrían disminuir la afinidad que siente la gente hacia sus Estados nacionales particulares. La brecha creciente entre ellos y un número pequeño de individuos súper ricos que están a la vista de todos, podría propulsar un desencanto con la meritocracia, mientras que las crecientes clases bajas urbanas posiblemente constituirán una amenaza cada vez mayor para el orden social y su estabilidad, en la medida en que la carga de sus deudas adquiridas y el fracaso de las pensiones empiezan a hacer estragos. Frente a este doble reto, las clases medias del mundo podrían unirse y utilizar su acceso al conocimiento, recursos y habilidades para moldear los procesos transnacionales acorde a sus intereses de clase” (DCDC, 2007:80).

“Moldear los procesos transnacionales acorde a sus intereses de clase” es una manera elegante para circunscribir el término revolución global. Así que de la boca de las clases dominantes los escépticos pueden enterarse de que la lucha de clases está vivita y coleando y tanto es así que este hecho es digno de aparecer en la categoría ‘choques estratégicos’ en sus doctrinas de defensa y seguridad. La lucha de clases sigue vigente hasta que haya desaparecido el modo de producción capitalista que las agudiza hasta que se da una transformación revolucionaria de la sociedad entera o la extinción conjunta de las clases en conflicto, como advirtieron Marx y Engels en su tiempo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario