15 febrero 2008

En defensa del proceso revolucionario en Venezuela

Apuntes para la elaboración de una estrategia revolucionaria, bolivariana y socialista en tiempos de traición (III Parte)

Colectivo de Autores UNIVER-SO
Contribución de Jutta Schmitt

IV. ¿Cuál es nuestro objetivo principal y con qué método lo alcanzaremos?

Nuestro objetivo principal es, sin duda alguna, el socialismo, entendido en el sentido de la negación radical del capitalismo. Podemos llamarlo ‘socialismo del siglo XXI’ siempre y cuando tengamos claro que esto no puede significar otra cosa que la negación radical del capitalismo del siglo XXI, esto es, del capitalismo plenamente globalizado. Parece que existen dos caminos o métodos distintos para alcanzar el socialismo: uno, la reforma, que plantea el mejoramiento de las condiciones de vida mediante la redistribución del ingreso nacional a favor de las clases humildes, así como un mayor grado de participación política y económica de éstas para ‘nivelar’ las diferencias más agudas entre las clases sociales; y dos, la revolución, que plantea la erradicación de la explotación económica en el plano de la producción misma y el establecimiento de una producción socialista planificada, efectuada y disfrutada por todos en una sociedad sin clases, libre de opresión, discriminación y alienación.

Rosa Luxemburgo, en su polémica contra las tesis de Eduard Bernstein a finales del siglo XIX, señaló que para los marxistas existe una relación inseparable entre la reforma social y la revolución socialista ya que la lucha por la reforma social es un medio, mientras que la revolución social es el fin último de esta misma lucha. Advirtió que los reformistas o revisionistas son aquellos que pretenden separar estos dos momentos entrelazados de la lucha revolucionaria de clases, convirtiendo la reforma social en fin último y olvidándose de la propia revolución social. (Luxemburgo: 1899)

Recordemos que el marco general de este debate lo constituye la controversia sobre la ‘naturaleza’ del capitalismo. Los revisionistas o reformistas asumen que el capitalismo posee una extraordinaria habilidad de adaptación, y la capacidad de paliar o inclusive hacer desaparecer las crisis económicas y sociales, por lo que la disposición de las clases trabajadoras a hacer una revolución desaparece completamente. Esto es, en última instancia, la misma tesis del supuesto ‘fin de la historia’ que celebra el capitalismo como ‘único modelo viable’ y ‘mejor de los mundos’, como el máximo estado evolutivo de la civilización humana. Los revolucionarios marxistas en cambio sostienen que el capitalismo, debido a sus contradicciones internas, produce inexorablemente unas crisis económicas y sociales a escala cada vez mayor hasta que llega el punto de su colapso general cataclísmico, por lo que el socialismo se vuelve una necesidad histórica si la humanidad toda no quiere perecer en la barbarie.

Es por eso que la relación entre reforma y revolución como explicado por Rosa Luxemburgo debe estar en el epicentro de cualquier debate estratégico y programático en el seno de quienes apoyamos al presidente Chávez y de todas las fuerzas de la izquierda en Venezuela y América Latina para evitar que caigamos en una mera política de adaptación, conformismo, pactos y consensos de clase que en nada avanza la causa de la revolución social y del socialismo. Ahora y propiamente entrando en materia de una estrategia revolucionaria, bolivariana y socialista, en defensa del proceso revolucionario en Venezuela, podemos afirmar lo siguiente a manera de una síntesis comprimida:
1. Nuestro objetivo principal es construir el socialismo en Venezuela, en América Latina y necesariamente en todo el mundo, ya que el capitalismo globalizado amenaza con extinguir a la humanidad entera, y lo que está en juego es nada más ni nada menos que la supervivencia de la especie humana.

2. La base social clasista con interés primordial en superar el modo de producción capitalista es y sigue siendo la clase trabajadora, quiere decir, todos los miles de millones de seres humanos en el planeta que no poseen otra cosa que su fuerza de trabajo de cuya venta en el mercado laboral depende su misma vida. Aunados a ellos contamos con determinados sectores de las clases medias y excepcionalmente con uno u otro individuo de la misma burguesía que simpatiza con la idea del socialismo. Contamos también con nuestros pueblos indígenas, cuyo modo de reproducción, vida y convivencia con la naturaleza está diametralmente opuesto al modo de producción capitalista, desintegrador en lo humano, depredador en lo económico y devastador en lo ecológico.

3. El método para alcanzar nuestro objetivo es librar conscientemente la lucha de clases, que tiene que ser encauzada, sistematizada y enrumbada por medio de un genuino partido revolucionario, que inevitablemente tiene que lograr la difícil tarea de ser una firme guía teórica y una constante y confiable referencia en el plano estratégico y táctico sin desprenderse de las masas y sin que decaiga en un club exquisito de iluminados que todo lo imponen “desde arriba”. En nuestro caso concreto, este es precisamente el reto para el PSUV que además tiene que ser depurado y relanzado si quiere cobrar vida y entrar en resonancia con las masas. ‘Resonancia’ aquí quiere decir una relación dialéctica, mutuamente estimulante entre las masas trabajadoras y su partido que logre generar una auténtica teoría y práxis revolucionaria, esto es, la transformación radical de nuestra realidad.

4. La estrategia revolucionaria no es otra cosa que la dialéctica entre teoría y práxis. En términos generales podemos definir la estrategia como una especie de brújula que nos orienta en la consecución de nuestros fines y un hilo conductor que entrelaza los objetivos a corto, mediano y largo plazo. Es la garantía de que no caigamos ni en los debates estériles que impiden intervenir en la realidad, ni en el activismo ciego que rinde culto a la ‘acción por la acción’. Una estrategia revolucionaria bien definida es también la garantía de que los medios no se nos conviertan en fines. Entre los elementos más importantes que determinan la estrategia en general figuran el tipo del conflicto y el entorno histórico del conflicto. Además, una estrategia revolucionaria contiene elementos tácticos tanto de carácter ofensivo como defensivo, siendo la combinación sabia de los dos, la que determina su éxito.

a) En lo que respecta al tipo del conflicto, en nuestro caso estamos ante un escenario de dos aspectos: A nivel interno existe un conflicto de clases sociales que oscila entre el conflicto velado (cuyas contradicciones se reflejan en la Constitución del 1999) y el conflicto abierto (expresado en el golpe de Estado y paro-sabotaje petrolero 2002/2003). A nivel externo estamos confrontados con una guerra de baja intensidad dirigida en contra del gobierno del presidente Chávez por el gobierno norteamericano y sus aliados en la región. Acuñado por estrategas militares estadounidenses en los años 70, la guerra de baja intensidad se refiere a una combinación de opciones militares y no-militares para su aplicación específicamente en el ‘Tercer Mundo’, con fines de resguardar los intereses de los EE.UU. en áreas que considera de importancia estratégica. Según el manual de entrenamiento de las Fuerzas Armadas estadounidenses de mayo de 1986,

“El Conflicto de Baja Intensidad es una lucha político-militar limitada para conseguir objetivos políticos, militares, sociales, económicos o psicológicos. A menudos es de larga duración y comprende desde presiones diplomáticas, económicas y psicológicas hasta terrorismo e insurgencia. El Conflicto de Baja Intensidad es generalmente limitado a un área geográfico específico y se caracteriza frecuentemente por sus limitaciones en cuanto a armamento, táctica y niveles de fuerza (militar) se refiere. El Conflicto de Baja Intensidad involucra la real o posible aplicación de medidas militares hasta justamente por debajo del nivel de una batalla entre fuerzas armadas regulares” (Hippler 1988).

Este tipo de ofensiva por parte del gobierno norteamericano en contra del gobierno del presidente Chávez desde el principio de su gestión es, sin duda, lo que más ha determinado a nuestras propias acciones o más bien reacciones a lo largo de estos nueve años de Revolución Bolivariana. Sin embargo y contrario a lo deseado por el adversario, su estrategia del conflicto de baja intensidad ha contribuido enormemente a la radicalización y fortalecimiento del proceso venezolano, mientras que las concesiones hechas al adversario por parte del gobierno del presidente Chávez han contribuido al debilitamiento del proceso revolucionario ya que no han dado los resultados esperados y han bajado la moral entre las propias filas. Esto es uno de los factores que han incidido en el resultado negativo del referéndum sobre la Reforma Constitucional del 2 de diciembre de 2007.

b) En cuanto al entorno histórico del conflicto, en nuestro caso hay que destacar lo siguiente: Debido a la posición de Venezuela en el mercado mundial como exportador de petróleo, debido a su modelo de acumulación específico, rentista-petrolero, debido a la casi ausencia de una clase trabajadora industrial (concentrada en la industria petrolera), y debido a la mentalidad rentista-paternalista generalizada que ha penetrado a todas las clases sociales, no se ha podido desarrollar una conciencia de clase entre las clases oprimidas, tarea que ahora debe colocarse en el orden del día ya que las clases dominantes sí la tienen, y sí la están aplicando en forma de su ideología burguesa, para evitar que desde abajo se les empiece a responder de manera contundente, esto es precisamente, con una verdadera revolución social, socialista.

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